sábado, 7 de maio de 2011

Los enigmas de una revuelta

Egipto es un buen ejemplo para tratar de comprender la compleja situación política en Medio Oriente. Un estallido aún a mitad de camino y con futuro incierto.

Isidoro Gilbert
la rebelión democrática de los pueblos del Magreb tiró al basural de la historia a gobernantes autócratas como en Túnez y Egipto, se extendió a Marruecos, Argelia, Yemen, Bahréin, Jordania, Omán, ¿Irak y Arabia Saudita? y con su propia impronta ensangrienta Libia, donde Muammar Kadhafi, al finalizar febrero, quedó sin salida y toda la región en tensión.
A diferencia de los vecinos, los antecedentes rebeldes libios fueron de tinte islamista reprimidos en años recientes pero también el quiebre de alianzas entre catorce tribus, sobre todo las del Este, viejas enemigas del coronel y con fuertes segmentos confesionales. Equilibran el cuadro las camadas juveniles cansadas de cuarenta años de dictadura e influenciadas por la modernidad, en un país bastante más secular que sus vecinos y rico en petróleo, pero con distribución inequitativa. La crisis dividió a los militares y al kadhafismo, aisló al coronel y el Consejo de Seguridad lo deslegitimó. Estando en juego el petróleo del país y la potencial oleada de inmigrantes a Europa, EE.UU. se anticipó a apoyar la rebelión e intentar controlarla incluso con ayuda militar.
En general, la revuelta en el Magreb enfila contra el modelo sostenido por el FMI y el Banco Mundial, es reflejo de la crisis que estalló en los países desarrollados y obligará a un replanteo de cómo se insertan en el futuro en el concierto internacional y el futuro sistema de seguridad.
Se puede afirmar que esta Intifada no fue un rayo en un cielo sereno, ese statu quo que deleitaba al Departamento de Estado, las cancillerías europeas y a los líderes de Tel Aviv: los de arriba ya no pueden dominar a las masas y estas no quieren vivir en el inmovilismo. 
Egipto y su faraón
Las luchas contra el régimen de Mubarak vienen de lejos, abarcaron a estudiantes, sectores medios y religiosos pero en especial a los trabajadores. Detrás de todos los agravios políticos que salieron a la luz está la situación económico-social de las mayorías. Al desigual reparto de la renta y al masivo paro juvenil se les sumaron el repunte de los precios de los alimentos básicos y la energía. La oficialista Federación de Sindicatos Egipcios ha sido impotente para frenar las luchas obreras, por lo que el sistema debió recurrir a la represión, no en pocas ocasiones a manos de las fuerzas armadas. El movimiento obrero es “el gigante dormido”, ha subrayado el Wall Street Journal. De esas luchas surgió el Movimiento 6 de Abril (M6), que debe su nombre a esa fecha de 2008, cuando se produjo una gran huelga textil.
El M6 se respaldó en Facebook, que aglutinó y catalizó el ansia de los descontentos. A los no ligados a la red los fueron a buscar a los suburbios o se sumaron por Al Jazeera. A diferencia de otras asociaciones que pululaban por internet, el M6 reclamaba la transición a la democracia, la puesta en libertad de los miles de detenidos, mejoras sociales, el levantamiento del estado de excepción vigente hace treinta años y el aumento del salario mínimo para hacer frente al alza de los precios. Por eso las huelgas han continuado después de la renuncia del “rais” ante el desagrado militar al igual que las multitudinarias vigilias contra cualquier maniobra, los viernes en la Plaza Tahrir.
El M6 fue el impulsor de la concentración del 25 de enero. El apoyo efectivo a las acciones directas llevadas a cabo por los trabajadores supuso un salto cualitativo de la realidad virtual a la toma de partido real. Al Ahram informó de Los Jóvenes de la Revolución, coalición que integran el 6 de Abril, Jóvenes por la Justicia y la Libertad, las juventudes de los Hermanos Musulmanes, partidarios del Nobel de la Paz Mohamed ElBaradei, el Movimiento Popular Democrático para el Cambio, el Frente Democrático y los promotores del grupo en Facebook “Todos somos Jaled Saed”, el joven muerto tras ser golpeado por la policía en Alejandría en junio último, y que orienta Wael Ghoneim, el directivo de Google. Ellos son los que negocian con las fuerzas armadas la reforma de la Constitución, tienen un programa reivindicativo pero no una política de poder.
Actores clave son los militares. Seculares, laicos, han sido la base del sistema bonapartista de Nasser, pero fueron degenerando hasta convertirse en fuerza de represión. Con fluidas relaciones con el Pentágono y una corrupción enraizada, cuesta creer que sin un cambio de mando y doctrina puedan avanzar mucho más allá de la democracia formal. Su neutralidad llegó ante la impotencia frente a la multitud, pero igual hubo asesinatos y torturas.
Las fuerzas en movimiento en Egipto deben incluir a una serie de partidos clave en estas jornadas tanto nasseristas como marxistas, incluso el Partido Comunista que es hegemónico dentro del Partido Tagammu, la “izquierda legal”. Además, el Movimiento Egipcio por el Cambio, una coalición de miembros de la escindida facción nasserista Karama; personalidades del liberal Partido al-Ghad, veteranos del movimiento estudiantil de los 70. También la Campaña Popular por el Cambio, que incluye a los Socialistas Revolucionarios, activistas pro derechos humanos del ala izquierda e izquierdistas independientes. En los meses recientes se han unido y ayudaron a romper tabúes en la vida de Egipto desafiando directamente al poder.
Los Hermanos Musulmanes son fuerza de masas y el enorme enigma de la Intifada. Su liderazgo es conservador y sigue guiándose por los compromisos con el régimen. Sus bases son desheredados totales, pero tiene fuerza sindical y estudiantil. Existen sectores socialistas minoritarios comprometidos en la construcción de mutua confianza con los Hermanos, que la izquierda en general no tiene. Son, con el partido oficialista, los mejores organizados.
El estallido en el Magreb puso en tela de juicio la política europea y norteamericana en la región y Obama pasó del apoyo a las dictaduras a hacer piruetas para no perder influencia. Los militares se han comprometido a mantener el acuerdo de paz con Israel de 1979, que es la base del sistema de seguridad que se la ha dado a Tel Aviv pero no a los palestinos. Es difícil establecer cómo se reformulará la política en esa zona, pero si los cambios democráticos se afianzan en Egipto (y otros países en convulsión), más temprano que tarde Israel deberá definir si seguirá los lineamientos que han marcado sus fuerzas armadas y los servicios secretos en materia de seguridad. No es sencillo dado el papel que pretende Irán en la región. Dos naves de guerra suyas han pasado el canal de Suez permitidas por El Cairo.
Puede que no haya ni gobiernos anti-Washington ni incondicionales, un poco siguiendo la tendencia que se expresa en Sudamérica a favor de espacios autónomos para su inserción en la globalización, un sentido que deberían dar a sus economías, aunque en Egipto se ratificó la ortodoxia del mercado. No es la voz de la calle.
Los egipcios se han librado de Mubarak, pero no del mubarakismo. Mas han conseguido cosas menos tangibles: experiencia en la lucha y la autoorganización, y el surgimiento de nuevos líderes, algo en absoluto nada casual. Si ha sido una revolución o un golpe de Estado lo dirá el proceso que augura muchas novedades. Las multitudes siguen reclamando un gobierno de coalición y una constituyente democrática, no solamente su modificación aunque en ella participen actores clave. Y “procesar a los responsables de masacres que dejaron cientos de miles de mártires y heridos, y también a los responsables de la corrupción que han robado la riqueza producida por el pueblo egipcio”. Tiempos nuevos con enigmas.

Isidoro Gilbert – Jornalista argentino – março de 2011
IN Revista “Caras y caretas” – http://www.carasycaretas.org/2256/n4.html