sábado, 31 de dezembro de 2011

Democracia e Religião



O Ocidente bloqueou campo político no Oriente Médio e facilitou a ascensão dos fundamentalismos


Vladimir Safatle
As reações de setores da opinião pública às revoltas no mundo árabe expõem um belo sistema projetivo. Pois podemos dizer que, muitas vezes, eles acabam por projetar, como se fosse exclusividade do Oriente Médio, problemas que são também nossos. Um exemplo paradigmático aqui é a relação entre política e religião.
Gostamos de acreditar que nossas sociedades ocidentais são sistemas políticos laicos, no interior dos quais a força das crenças religiosas deu lugar à possibilidade de uma confrontação eminentemente política, no mais das vezes técnica e racional. Para nós, isso representaria um ganho dos processos de modernização que ainda não teria sido alcançado pelo mundo árabe. Dessa forma, conservamos o velho esquema da supremacia cultural do Ocidente e de seu pretenso progresso histórico.
No entanto, essa versão é dificilmente sustentável. Primeiro, porque nossas sociedades não conseguiram resolver o problema de sua laicidade. Basta lembrar como a última eleição presidencial no Brasil virou um conflito a respeito de temas ligados à maneira com que dogmas religiosos relativos à família e à procriação interferem na gestão da vida social. Quem esqueceu a maneira com que candidatos à Presidência beijaram imagens de santos? Mas como ignorar que a maioria da população brasileira é católica e tem o direito de expressar suas convicções, fazer-se ouvir no momento de decidir sobre a configuração das leis do Estado?
Bem, basta tirarmos a palavra “católica” e colocarmos a palavra “muçulmana” para repetirmos o mesmo tipo de discurso veiculado por organizações como a Irmandade Muçulmana.
Mas deixemos de lado o Brasil. Lembraria que uma das perguntas tradicionais nos debates televisivos da eleição presidencial norte-americana é exatamente “qual trecho da Bíblia o senhor prefere?”. Lembraria também que a Alemanha é governada por um partido que se diz democrata-cristão. Certamente os não cristãos não conseguem entender por que devam ser governados por um partido que diz defender os valores cristãos.
Poderíamos tentar contemporizar esse fato dizendo que o cristianismo é totalmente compatível com a democracia. Mas talvez seria mais correto afirmar que a democracia é, simplesmente, indiferente ao cristianismo (ou ao budismo, ao islamismo, ao judaísmo etc.).
O cristianismo, por sua vez, pode ser extremamente excludente, persecutório e intolerante contra aqueles que não comungam seus dogmas.
Devemos lembrar esses pontos para afirmar que a relação entre política e religião está longe de ser uma questão resolvida, tanto no Ocidente quanto no Oriente. O Oriente Médio precisará inventar um meio de equalizar esse problema, da mesma forma que nós também precisamos. Nossas conquistas nesse campo são mais frágeis do que imaginamos.
No entanto, nossa desconfiança em relação ao que se passa atualmente no Oriente Médio talvez venha, em larga medida, do medo que temos do caráter violento do fundamentalismo islâmico. Melhor seria lembrar como tal fundamentalismo é um fenômeno recente. Ele tem, no máximo, 30 anos. Países hoje com grandes contingentes de fundamentalistas, como o Afeganistão, eram, até a década de 1970, animados por lutas políticas laicas.
Nesse sentido, não esqueçamos que tal recrudescência do sentimento religioso no Oriente Médio é o resultado direto de um longo bloqueio, patrocinado pelo Ocidente, de modificações políticas nos países árabes. Desde os anos 1950, o Ocidente vem sistematicamente minando todos os movimentos políticos árabes de autodeterminação e independência. O caso da conspiração contra o líder nacionalista iraniano Mossadegh é aqui paradigmático.
Por outro lado, os regimes mais corruptos e totalitários da região foram apoiados de maneira irrestrita pelo Ocidente (Paquistão, Arábia Saudita, Jordânia, Tunísia, Egito). Ou seja, a experiência cotidiana de um árabe em relação aos valores modernizadores e democráticos ocidentais é que eles servem apenas para justificar o contrário do que pregam. Os árabes fizeram a prova do caráter formalista e “flexível” dos valores ocidentais.
Nesse ambiente de cinismo e bloqueio do campo político, o retorno à tradição religiosa com suas promessas de revitalização moral é sempre uma tendência. Foi isso que aconteceu. Ou seja, não se trata aqui de traço arcaizante nenhum típico de civilizações refratárias ao nosso “choque civilizatório”. Trata-se de um sintoma recente de bloqueio do potencial transformador do campo político. Por isso, podemos esperar que essa nova vaga de revolta política no Oriente Médio permita a reconstrução do campo político e o esvaziamento de tendências fundamentalistas.



Vladimir Safatle – Filósofo e professor da FFLCH/USP – 04.04.2011

quinta-feira, 29 de dezembro de 2011

Los zapatistas avanzan en silencio hacia la autonomía


A 17 años del alzamiento, estas comunidades indígenas en resistencia siguen mejorando su salud, educación, su derecho a la tierra o su comunicación propia, fuera de los focos mediáticos
Gobierno y grupos paramilitares hostigan continuamente a los zapatistas y a sus simpatizantes



Majo Siscar
En Chiapas, en la frontera sur de México, allá donde la orografría es abrupta y el hambre surca los rostros de los más pequeños, miles de personas decidieron alzarse en armas y decir “basta” a la pobreza, a la marginación, a la invisibilidad. Era el 1 de enero de 1994, y las ciudades chiapanecas amanecieron tomadas por los nadie, los indígenas, aquellos que debían bajar de la cera cuando pasaba un caxlan –palabra maya para designar a los mestizos- , aquellos que no sabían, que andaban descalzos, los prescindibles, sencillos hombres y mujeres que aquel día se volvieron grandes al hacer la primera revolución del siglo XXI.
“Hoy decimos ¡basta!, (…) los desposeídos somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado como el único camino para no morir de hambre ante la ambición insaciable de una dictadura de más de 70 años encabezada por una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias”, rezaba la primera declaración de la Selva lacandona con la que esta guerrilla indígena, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, se atrevía a declararle la guerra al Estado mexicano.
Era el día que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de America del Norte, que marcó la consolidación definitiva del neoliberalismo en el país, y los zapatistas presentaban 11 peticiones fundamentales relacionadas con el derecho al trabajo, la tierra, la vivienda, la alimentación, la salud, la educación, la independencia, la libertad, la democracia, la justicia y la paz. En definitiva pedían ser ciudadanos de primera en un país que los negaba, y tener capacidad para gozar del ejercicio de esta ciudadanía con respeto a sus modos de producción y autogobierno tradicionales, más allá del sistema de partidos y la sobreexplotación de la tierra. Esta propuesta alborotó una sociedad que se sentía en marasmo, secuestrada por más de 60 años por un partido único que había perdido su legitimidad, y económicamente en crisis. “El EZLN nos cambió la vida. Bajó el ejercicio de la política a la comunidad. Se extendió la percepción que nuestra palabra podía contar si así lo decidíamos, y  se extendió la participación de estudiantes, campesinos, clases medias en los medios, en la esfera pública”, explica Gloria Muñoz, periodista que ha vivido muchos años en las comunidades zapatistas y sigue desde cerca la trayectoria del EZLN.
Así, el EZLN captó enseguida los focos nacionales e internacionales. Su portavoz, el Subcomandante Marcos, un encapuchado con pipa, de humor chispeante, desparpajo seductor y tiros verbales certeros, también sacudió las izquierdas de la vieja Europa y EEUU, en plena crisis ideológica después de la caída de Berlín y el auge del neoliberalismo.
El apoyo nacional paró la matanza que se hubiera desencadenado entre un Ejército profesional y una guerrilla campesina ataviada con más palos que armas de fuego. Así, después de 12 días de enfrentamientos armados, estos nadies lograron el primer diálogo nacional en febrero-marzo de 1994 y posteriormente, entre el 95 y el 96, se elaboraron los Acuerdos de San Andrés, que establecían la lucha agraria, la lucha por el reconocimiento legal de los derechos de los indígenas y la construcción de estructuras de gobierno autónomos.
Aunque pronto se quedaron en papel mojado, los Acuerdos son un documento de referencia y dieron visibilidad a los pueblos indígenas. De ellos salió el Congreso Nacional Indígena que convirtió a los pueblos originarios en un actor político. Los zapatistas pasaron de la decepción a los hechos y empezaron a llevar sus derechos y su autonomía por su cuenta. Si no había reconocimiento legal de sus necesidades y sus modos propios, los ejercerían en la práctica. Recuperaron miles de hectáreas de tierras a los caciques para trabajarlas ellos mismos. Y empezaron una política de fortalecimiento local. Para ello, la estructura militar cedió espacio a sus bases de apoyo, como se hacen llamar los zapatistas civiles. Se organizaron en Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas, que estructuran los territorios que controlan y promueven el desarrollo local fuera de las leyes gubernamentales. Y con la suma de estas municipalidades establecieron cinco supraregiones, que funcionan como centros de poder político y administrativo, los Caracoles. En 1998, el EZLN controlaba 38 municipios autónomos concentrados en el centro y oriente de Chiapas y, ya en 2003, existían cinco Juntas de Buen Gobierno, sus autoridades, compuestas por delegados de los diferentes municipios que se relevan temporalmente y son elegidos por la propia comunidad. Las JBG son los responsables de los proyectos, la administración y la impartición de justicia. A partir de ellas se construye su sistema alternativo, basado en la visión y práctica del mundo de los pueblos originarios, con una estructura más participativa y un gran arraigo con la tierra. Su práctica autonóma se construye a partir de la implicación de las bases en el trabajo colectivo de la comunidad como promotores de salud, educación, comunicación, sin más recompensa que la mejora de su vida cotidiana y la de su comunidad.
“Lo que nos enseñó el EZLN, es realmente a luchar, que íbamos a luchar por esas demandas y nos advirtieron que iba a llevar un largo tiempo.Y descubre que la pobreza que existe en la comunidad es por culpa de unos explotadores, entonces como que le abre a uno la vista, el pensamiento, el corazón a que no es porque no trabajamos que somos pobres, o como alguno que otro decía es que dios así quiere de por sí, que unos van a ser ricos y otros van a ser pobres. Entonces como que el EZLN hace una nueva propuesta a diferencia de otras organizaciones, porque la propuesta de él es a luchar, no sólo a correr a los finqueros, sino a trabajar. Va a luchar por la salud, por la educación, por la alimentación, por la vivienda, por la justicia, por la democracia” explica el compañero Jacinto em Radio Insurgente, la emisora zapatista, al ser preguntado por cómo le cambió la vida con el EZLN.
Esta autonomía de facto causó simpatías en todo el mundo, que les acompañan a través de redes internacionales solidarias que apoyan con financiación para los programas y capacitación a los promotores locales. Así, han implementado un sistema de salud y educación autónomo, así como multitud de proyectos productivos y de mejora de las condiciones de vida.
“Antes cuando había un problema en nuestra comunidad a veces iba uno hasta donde está el mal gobierno y ahí solamente arreglaba su problema el que tenía dinero. Pero ahora ha cambiado, porque aquí con nosotros, con nuestro gobierno del pueblo ya no se necesita dinero, sino que el que de por sí tiene la razón es el que tiene la razón, y el que tiene la culpa pues se reconoce que tiene la culpa” relata en la misma emisora con un castellano precario, el compañero Francisco, zapatista del pueblo de San Miguel, del Caracol La Realidad, en la parte más septentrional del estado.
“Es el principio de mandar obedeciendo que promueven, es decir la política puesta en la gente de abajo, el principio de la consulta, del no hacer nada sin preguntarle a los pueblos, el principio de la revocación del mandato, que si no lo haces bien te quito, y sobretodo el principio de la participación colectiva”, subraya Muñoz.
Así las cosas, referirse al zapatismo ahora, 17 años después del alzamiento, no es hablar solamente de un grupo guerrillero, sino de una nueva forma de relaciones sociales entre las comunidades y de una nueva forma de ver y vivir el mundo. Más allá de las armas, impactó su decisión y su dignidad, que despertó la conciencia de millones de ciudadanos y ciudadanas y volcaron hacia Chiapas los reflectores internacionales.
Pero con el paso de los años, los zapatistas han perdido poder mediático, y con la sombra, se han acentúado los hostigamientos. Pese al alto al fuego, el gobierno ha mantenido siempre un cerco militar en los territorios zapatistas, y el ejército ha sido denunciados en numerosas ocasiones de violar los Derechos Humanos con amenazas, toma ilegal de tierras, ejecuciones, torturas o por forzar el desplazamiento de los pobladores indígenas. Según el Centro de Análisis Plíticos e Investigaciones Sociales y Económicas (CAPISE) se mantienen 118 instalaciones militares, 57 de las cuales en tierras comunales. Permanece así el estado de acecho, con una guerra sumergida y olvidada, en donde los excesos pasan desapercibidos por la falta de información.
Además, al acoso de los soldados se sumó una nueva estrategia de contrainsurgencia a través de paramilitares, otros indígenas a sueldo, entrenados y armados que acechan constantemente a los zapatistas, de tal manera que mediáticamente parezcan conflictos interétnicos o religiosos.
“Hay un conflicto armado no resuelto. Se mantienen las fuerzas militares en el territorio y aparecen paramilitares con un rostro civil, pero que operan con hostigamiento, amedrentamiento con poblaciones zapatistas o sus simpatizantes. Es una estrategia integral de contrainsurgencia”, resume Jorge Armando Gómez, del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas (Frayba), en Chiapas.
Las pruebas sobre la actividad paramilitar sobran: asesinatos, masacres, como las 45 personas asesinadas em el poblado de Acteal em 1997, robos de cosechas y ganado son una constante. El Frayba lleva a cabo un trabajo sistemático de recolectar información y denunciar los crímenes, tanto de paramilitares como del Ejército. Quien lea algunos de sus informes anuales, se encontrará con una situación crítica en Chiapas, donde la criminalización de la protesta está a la orden del día, mientras las comunidades indígenas resisten desde hace años toda clase de vejaciones. De hecho, el mismo Frayba, ha sufrido una campaña de difamación y criminalización por su misma labor de denuncia, además de que varios de sus integrantes han sufrido amenazas directas.
“Siguen aplicando una estrategia de deslegitimación del movimiento y todos sus simpatizantes. El movimiento zapatista es por su naturaleza una piedra en el zapato de México. Choca con un modelo de desarrollo y explotación del territorio neoliberal y además lo hace en la frontera sur, un lugar importantísimo geoestratégicamente con todos los intereses económicos transnacionales, hacia Centro y Suramérica. Es una piedra que se resiste pero además es mucho más grande y simbólica porque aporta alternativas a la humanidad”, arguye Gómez.
En efecto, la praxis del zapatismo propone alternativas de respeto intercultural, políticamente lleva a cabo el autogobierno y la libre determinación, en lo económico busca la producción colectiva, el uso y cuidado de la tierra más allá de lo material. “Siempre se buscará acabarlos  por todos los medios posibles, porque se opone a la creencia de que el capitalimo neoliberal es el único modelo válido para la sociedad”, agrega Gómez.
De hecho, además de la importancia geoestratégica de Chiapas, en los últimos años se ha convertido en un nuevo foco nacional de la inversión turística y ambos intereses chocan con la defensa del territorio de los indígenas. Entre los proyectos estatales más importantes destacan la construcción de una autopista San Cristóbal-Palenque, y la creación de una presa hidroeléctrica en los ríos Agua Azul, Tulijá y Bascán, que despojaría a las comunidades de sus recursos naturales más importantes.
Cuando las comunidades se oponen, el gobierno se intenta apropiar del territorio con desalojos forzados, la cooptación para la firma de convenios y proyectos de desarrollo, la ocupación policial y militar de la zona, la criminalización de defensores y la judicialización de acciones de defensa de derechos. Es el caso de los recientes conflictos de los poblados de Bachajón y Mitzitón.
En Bachajón, una de las comunidades afectadas por la presa, el pasado febrero asesinaron a un comunero e hirieron a otro. Ciento diecisiete personas han sido detenidas, de las cuales cinco aún permanecen presas, y las personas que permanecen plantadas en el lugar para evitar el desalojo, sufren constantes hostigamientos.
El pueblo de Mitzitón también mantiene un plantón desde el año para defensa su territorio del paso de la Autopista. Desde entonces un grupo de paramilitares liderados por el “Ejército de Dios” y “Alas de Águila”, protagonizan enfrentamientos armados contra los pobladores incluso en presencia de funcionarios estatales.
Como explica el Frayba, lo que se disputa es “evitar el empoderamiento de los pueblos indígenas de la región para ejercer su derecho a decidir qué necesitan como pueblos y cómo pueden cuidar, proteger y defender sus territorios”.
A eso se suma la presión constante de los partidos políticos que con regalos simbólicos y promesas intangibles intentan romper la autonomía de los pueblos zapatistas en resistencia. “Hay altibajos en las comunidades, porque el gobierno nos está atacando con sus programas, con sus proyectos, entonces nos está atacando de maneras de que dejemos de luchar y nos salgamos de la lucha y ahora podamos volver a ser dominados por él”, resume el compañero Jacinto desde La Realidad.
Sin embargo, todo lo que han hecho y continúan haciendo las comunidades indígenas zapatistas, su andar colectivo, desde hace 17 años pero que viene de más atrás, es posible gracias a la conciencia política que han desarrollado a la par de su organización para la vida.



Majo Siscar – Jornalista – 04.04.2011


terça-feira, 27 de dezembro de 2011

Um ídolo romântico



Brilhante e politizado, Sócrates viveu intensamente


Rodrigo Martins
Em 1984, o técnico da Fiorentina teve problemas para domar um atleta. Alto, magro, barbudo e de cabelos desgrenhados, o jogador sempre punha em dúvida as rígidas normas disciplinares do clube italiano, da proibição de fumar no ônibus à necessidade de ficar concentrado para uma partida. “Lembro de Sócrates assim”, comentou Giancarlo De Sisti, hoje com 68 anos, ao saber da morte do ex-craque brasileiro, ídolo do Corinthians e da Seleção Canarinho nos anos 1980. “No início de sua aventura na Fiorentina, ele não estava muito bem e os jornais o criticavam. Perguntei se sabia dessas críticas, ele me disse que lia os jornais, mas olhava a parte política, e eu disse que, pelo contrário, eu lia só a parte esportiva. Decidimos comprar um jornal só e dividi-lo.”
Sócrates nunca foi  um atleta convencional. Médico de formação, era politizado, contestador e cultivava um estilo de vida considerado impróprio para um esportista de seu calibre. Não era um homem deste século nem do anterior, como observou o jornalista e comentarista esportivo Juca Kfouri. “Eu o imaginava mais como um romântico do século XIX, de sobretudo preto, o cigarro acesso enquanto lia um poema. Um desses frequentadores de adegas da época, a discutir política com um copo de vinho na mão”, divaga o amigo de longa data, ressentido com o fato de Sócrates não ter o corpo blindado para a vida boêmia. “Nunca conheci alguém que viveu tão intensamente a filosofia do -carpe diem, guiando-se pelos prazeres e paixões do momento.”
O problema é que o Dr. Sócrates partiu cedo demais, aos 57 anos. Não pôde ver o Corinthians, time que aprendeu a amar, ser pentacampeão brasileiro. O capitão da Seleção de 1982 faleceu na madrugada do domingo 4, vítima de um choque séptico – quando bactérias de uma infecção caem na corrente sanguínea e se alastram pelo corpo. As suspeitas recaem sobre uma possível intoxicação alimentar, ainda não confirmada pela equipe médica, mas que poderia ser facilmente tratada não fosse o estado de saúde debilitado de Magrão, como também era conhecido. Esta era a sua terceira internação em quatro meses. Nas duas anteriores, foi hospitalizado, em estado grave, para conter uma hemorragia digestiva, causada por uma complicação da cirrose.
A reação à morte do ídolo foi imediata. Uma das homenagens mais comoventes ocorreu no Pacaembu, na final do Brasileirão: jogadores e torcedores do Corinthians guardaram um minuto de silêncio com o punho direito erguido, em alusão à forma como Sócrates comemorava os seus gols. Difícil imaginar que em 1978, naquele mesmo estádio, recém-chegado do Botafogo de Ribeirão Preto, o craque chegou a ser hostilizado por torcedores, impacientes para ver o time marcar gols. Já um doutor de 23 anos, Sócrates doutrinou a torcida corintiana. Pedia calma e apoio até o último minuto da partida. E retribuía com lances e gols memoráveis, muitos deles resultando em vitórias nos instantes finais do jogo. Passou a ser venerado pelos corintianos e abraçou o Timão como seu clube de coração.
Ex-jogadores também manifestaram o seu pesar. “Ele nos ensinou a importância de viver na democracia”, afirmou Wladimir, o lateral esquerdo que estava ao lado de Sócrates na conquista do bicampeonato paulista de 1982/1983. “Jogando bola é difícil descrever tamanha classe e categoria”, pontuou Zico, outro craque da Seleção de 1982. “Era leal, obstinado, íntegro e sincero.”
Mesmo rivais italianos, responsáveis pela desclassificação da seleção de Zico, Falcão e Sócrates, reconheciam a extraordinária qualidade desses jogadores. “É um pedaço da nossa história que vai embora”, lamentou Paolo Rossi, ex-atacante da Itália, autor de três gols contra o Brasil nas quartas de final da Copa do Mundo de 1982.  “Ele ficará na história. É uma grande decepção que Sócrates esteja morto tão jovem”, emendou o goleiro Dino Zoff.
As homenagens não ficaram restritas ao meio esportivo. O ex-presidente Lula lamentou a morte do ex-jogador que o ajudou a fundar o PT, no início da década de 1980. “Sócrates é um exemplo de cidadania, inteligência e consciência política.” A presidenta Dilma Rousseff também soltou uma nota de pesar: “Foi um brasileiro atuante politicamente, preocupado com o seu povo e o seu país”.
Tamanha deferência  não ocorreu por acaso. Sócrates teve um papel importante na redemocratização do Brasil. Foi um dos principais articuladores, ao lado de Wladimir e Casagrande, da Democracia Corintiana, na primeira metade dos anos 1980. O País ainda estava refém da ditadura quando o então presidente do Corinthians, Waldemar Pires, promoveu uma abertura política no clube. Descentralizou o poder e permitiu que os jogadores tivessem voz ativa em decisões administrativas.
Sócrates aproveitou a oportunidade e logo assumiu papel de liderança no grupo. Mais que isso, envolveu os jogadores na luta pela democracia e pelas Diretas Já. Os atletas corintianos passaram a apoiar movimentos grevistas, dialogar com sindicatos, filiar-se a partidos políticos e entravam em campo com faixas e cartazes da Democracia Corintiana, numa clara afronta aos militares. Em 1984, quando havia recebido o convite para atuar na Fiorentina, Sócrates prometeu diante de 1 milhão de pessoas, durante um comício das Diretas Já, permanecer no Brasil, caso o Congresso aprovasse a realização de eleições diretas naquele ano. “Até vestir-se de dom Pedro I do Dia do Fico ele se vestiu, para uma capa da Placar. Passou mais de quatro horas se maquiando”, comenta Kfouri, diretor de redação da revista à época. “Decepcionado com o resultado da votação, foi morar em Florença, mas não se adaptou.”
A experiência libertária do Corinthians não agradou a todos. Dentro do próprio elenco, o goleiro Leão criticava o que considerava ser uma “anarquia, e não democracia”. A mídia esportiva da época também foi implacável. Os jogadores eram criticados por dispensar a concentração, por não dar tanta ênfase à preparação física e até mesmo por, nas horas de lazer, tomar uma cervejinha. Sócrates era o principal alvo. “Foram muito injustos conosco. Como é que uma anarquia poderia conquistar dois títulos paulistas e quase levar um terceiro, numa época em que o Campeonato Paulista era um dos mais difíceis do País?”, pergunta o meia-armador Zenon, que compôs um harmônico meio-campo com Sócrates e Biro-Biro nas campanhas da Democracia Corintiana. “Houve uma reação conservadora muito forte. Fato é que -nunca deixamos- de corresponder em campo. E ajudamos a mudar os rumos do -nosso -país. Não por acaso, -pesquisadores nos pro-curam até -hoje para resgatar esse período.”
Kfouri confirma que a mídia, salvo raras exceções, era implicante. “Até dizer que os jogadores chegavam para o treino mal-ajambrados, como maloqueiros, eles disseram. Mas aquela equipe tirava de letra esse tipo de crítica. O Sócrates e o Casagrande, por exemplo, passaram a ir para o clube de terno e gravata. Era a coisa mais engraçada vê-los em traje social, desengonçados, com o nó da gravata torto”, recorda.
Diante do inegável talento de Sócrates, os críticos costumam enfatizar que ele seria ainda melhor se tivesse uma vida regrada e treinasse mais. Mas Raí, irmão de Sócrates e ídolo do São Paulo nos anos 1990, relativiza a assertiva. “Na Copa de 1982, Sócrates treinou intensamente por seis meses, até parou de fumar, e teve um desempenho formidável. Só que, no fundo, a genialidade dele também vinha do seu jeito de ser irreverente”, avalia. Além disso, ele destaca que Sócrates foi muito mais que um atleta ao lutar por transformações políticas. “Uma pessoa como ele é difícil surgir em qualquer área. No futebol, mais ainda, porque o meio é muito conservador, machista e opressor.”                                                                                                                   

Sócrates, por sinal,  era um homem acostumado a vencer obstáculos. Primeiro, foi a luta para conciliar a faculdade de Medicina com os treinos e jogos. Depois, a batalha contra a própria estrutura física. “Ele era alto demais e tinha o pé pequeno. Mesmo assim, com inteligência e habilidade, superou as dificuldades. Seu famoso toque de calcanhar, por exemplo, nada mais era que uma estratégia para driblar a sua dificuldade de girar o corpo”, comenta o jornalista Celso Unzelte, comentarista da ESPN e pesquisador da história do Corinthians.
“Sócrates era um pouco lento, mas tinha um toque de bola refinado e uma excelente visão de jogo. Era um jogador cerebral. Não raro, os colegas de equipe não conseguiam acompanhar seu raciocínio e perdiam passes incríveis”, afirma Unzelte, autor do Almanaque do Timão. “Na Copa de 1982, poucos entenderam por que Telê Santana o colocou como capitão do time, que tinha astros como Zico e Falcão. Mas tecnicamente ele foi tão bom quanto eles. Em algumas partidas, até melhor.”
Após a aposentadoria, antecipada por uma hérnia de disco, Sócrates jamais deixou de se posicionar politicamente e lutar por transformações, no futebol e em seu País. Em suas colunas na CartaCapital, criticava implacavelmente os desmandos da cartolagem e a forma pouco republicana como a Copa de 2014 é organizada no Brasil, por exemplo. “Mesmo doente, ele se dispôs a liderar um movimento para democratizar a CBF, a exigir eleições limpas e renovação política”, lembra Zenon.
 Após a primeira  internação, em agosto, Sócrates admitiu ter problemas com o consumo excessivo de bebidas alcoólicas. Recusou, porém, a pecha de dependente químico. “Só tenho uma dependência, a intelectual. Preciso ter sempre um livro na mão.”
“Sócrates foi o jogador mais original que o Corinthians já teve. E um dos mais originais da história da Seleção Brasileira”, comenta Kfouri. “Digo isso pensando em Garrincha, que também tinha um talento que desafiava a lógica. Triste coincidência, Garrinha foi o primeiro jogador da Seleção de 1958 a morrer, aos 49 anos, vítima do alcoolismo. E Sócrates foi o primeiro a falecer da equipe de 1982, pelo mesmo motivo. Ambos geniais.”





Rodrigo Martins – 11.12.2011
IN “Carta Maior” – http://www.cartacapital.com.br/sociedade/um-idolo-romantico-2/

sábado, 24 de dezembro de 2011

A corrupção como fenômeno político


 em contraste às considerações culturalistas – de modo geral preconceituosas e simplificantes –, às moralistas, às generalizantes e às pouco refletidas, urge analisarmos a corrupção como um fenômeno intrinsecamente político, que se refere, portanto, à maneira como o sistema político brasileiro está organizado.

Francisco Fonseca
As denúncias de corrupção que assolam o governo Dilma nesse seu início têm sido divulgadas pela grande mídia como se fossem uma característica do atual agrupamento político que está no poder. Tudo se passa como se pessoas de caráter duvidoso se aproveitassem do Estado em favor de seus interesses pessoais e grupais.
Essa forma de veicular denúncias e indícios e, sobretudo, de interpretá-los, não apenas contribui para estigmatizar grupos políticos – no limite de sua criminalização, o que é um claro atentado à democracia – como, fundamentalmente, reafirma muitos dos mitos acerca do fenômeno da corrupção.
Deve-se notar que tais mitos são de variada ordem e se encontram espalhados pelo chamado senso comum e entre as elites, a começar pela mídia, que os espraia seletivamente. Sem a pretensão de esgotar todos eles, podem-se inventariar alguns:
a colonização portuguesa, que seria essencialmente patrimonialista, em contraposição ao “poder local” e ao “espírito de comunidade” da tradição anglo-saxã, notabilizada por Tocqueville. Nessa imagem, haveria uma “inferioridade” da cultura e dos povos ibéricos, comparativamente a seus congêneres anglo-saxões, com consequências políticas nefastas a suas colônias. Assim, o patrimonialismo seria um legado do qual as ex-colônias jamais conseguiriam se livrar;
• a cultura brasileira, que não teria, mesmo após a independência e a República, conseguido separar o público do privado, mantendo as “raízes do Brasil”, conforme a análise culturalista de Sérgio Buarque de Holanda. Aqui, o universo miscigenado brasileiro, tão criticado por perspectivas eugenistas do início do século XX e mesmo por pensadores como Oliveira Viana, impregnaria as instituições com sua “amoralidade macunaímica” (a obra de Mario de Andrade é, nesse sentido, ironicamente sintética e crítica dessa perspectiva);
• o caráter (i)moral de grupos específicos que alçam ao poder, versão notabilizada pela UDN de Carlos Lacerda, intérprete da política à luz da moral (seletiva, diga-se) das relações pessoais: essa versão é bastante divulgada pela mídia contemporânea brasileira, com a mesma seletividade de então. Um exemplo dessa seletividade foi o processo de privatização, que, apesar de um sem-número de denúncias e indícios de corrupção no processo e na modelagem,1 foi sistematicamente negligenciado pela grande imprensa brasileira, em razão de seu apoio incondicional a ela.2 De toda forma, o fato é que a análise moralista aparece como fator explicativo dos processos de corrupção, mas seus intérpretes a invocam seletivamente;
• a disjunção entre elites políticas e sociedade, como se as primeiras não fossem reflexo, direto e/ou indireto, da última. Trata-se de visão simplista, mas bastante difundida, quanto à desconexão entre eleitos e eleitores, em razão ou da “corrupção inescapável” dos que chegam ao poder, ou de uma inexplicável autonomia dessas elites perante o corpo de eleitores;
a ausência de uma base educacional formal sólida como explicação para comportamentos não republicanos. Nessa perspectiva, desconsideram-se o chamado “crime do colarinho branco” e as diversas formas de “tráfico de influência”, típicos das elites, como os atos mais graves e praticados por pessoas “educadas”, em termos de educação formal. Assim, o mote do senso comum – “a educação é a base de tudo” – concede à educação formal um poder equalizador, republicano e democrático que decididamente ela não tem e não pode ter, dado que a escola é também reflexo da sociedade, com todas as suas virtudes e mazelas, mesmo que seja um ambiente mais propício, em tese, à reflexão.3 Com isso, de forma alguma se está advogando a desimportância da escola, e sim seu papel real na sociedade, particularmente no Brasil. Nesse sentido, os meios de comunicação de massa são claramente concorrentes, com enorme superioridade quanto aos impactos, à escola, pois sua capacidade de incutir comportamentos e valores, inclusive estéticos, é brutal, ainda mais em países como o Brasil, em que não há qualquer responsabilização desses meios, embora sejam concessões públicas4;
• por fim, a ausência e/ou fragilidade de leis e de instituições capazes de fiscalizar, controlar e punir os casos de malversação dos recursos públicos, como se o país fosse “terra de ninguém”, desconsiderando-se os inegáveis avanços institucionais desde 1988. É importante notar o novo papel do Ministério Público, com poderes inéditos na história brasileira, desde 1988; a recente criação das Defensorias Públicas estaduais, que contribuem para a melhoria do acesso à Justiça pelos mais pobres; as funções fiscalizatórias da Corregedoria Geral da União; as revisões no papel dos tribunais de contas, entre tantas outras instituições e marcos legais organizados em torno dos conceitos de controles internos, externos e sociais (caso, deste último, das organizações da sociedade politicamente organizada na fiscalização do Estado).

Um fenômeno sociológico
Todas essas versões tendem a negligenciar que a corrupção, em graus variados, existe em todos os países e é, de certa forma, também um fenômeno sociológico. Reitere-se que tais versões, com suas variações, são disseminadas na sociedade brasileira, tanto entre as elites quanto entre o senso comum – aliás, as chamadas elites tendem a comungar dos valores do senso comum quando o assunto é corrupção.
Pois bem, em contraste às considerações culturalistas – de modo geral preconceituosas e simplificantes –, às moralistas, às generalizantes e às pouco refletidas, urge analisarmos a corrupção como um fenômeno intrinsecamente político, que se refere, portanto, à maneira como o sistema político brasileiro está organizado.
A lógica do sistema político brasileiro é marcada pela privatização da vida pública, não em termos moralistas aludidos, e sim quanto às estruturas que o sustentam. Vejamos: o financiamento das campanhas políticas é essencialmente privado, embora haja também uma pequena parcela de financiamento público via fundo partidário, o que abre espaço à disseminada prática do caixa dois, com todas as suas variações; o sistema partidário é fluido e altamente flexível, o que é uma realidade desde a redemocratização, constituindo a vida partidária, para grande parte dos atuais 28 partidos existentes atualmente, num grande balcão de negócios.
Expressões do jargão político brasileiro, como “partido de aluguel”, “venda do tempo na TV e no rádio” com vistas às campanhas eleitorais, e alianças partidárias que objetivam a distribuição de nacos do Estado, têm por trás uma cadeia de interesses privados empresariais, de tamanhos e graus diversos, o que tende a fazer dos partidos representantes de interesses privados setoriais.
O próprio imperativo de governar por meio de amplas coalizões, em razão da fragmentação dos sistemas partidário e eleitoral, tem como resultado tanto a construção de alianças sem qualquer confluência programática, como a necessidade de o Estado, nos três níveis da federação, alocar tais grupos. Isto impacta a coerência e a coordenação das políticas públicas e a busca de uma política que se aproxime da caracterização de “pública”, dada a rede de relações e interesses privados, notadamente empresariais, que estão por trás dos partidos políticos; entre outras modalidades.
Essas características produzem cálculos políticos nos partidos que os induzem a “jogar o jogo” das regras estabelecidas, não tendo, dessa forma, interesse em alterá-las: trata-se de um círculo vicioso.

Reforma política desprivatizadora
Nesse sentido, é claro que a reforma política é uma necessidade imperiosa, a começar pelo financiamento público das campanhas, o que poderia contribuir para desprivatizar a relação dos partidos com o Estado. Mas isso somente se essa reforma for acompanhada por uma inovadora e leonina institucionalidade5 voltada para fiscalizar e punir o uso de recursos privados.
Não que, por mágica, os interesses privados desapareceriam da vida pública, até porque, no capitalismo, eles lhe são inerentes,6 mas é possível diminuí-los ao se estabelecerem novos marcos, em que o privatismo seja, ao menos, controlado.
Assim, o norte da reforma política deve estar assentado no binômio “desprivatização” da vida pública e “aumento da representatividade e da responsabilidade” dos partidos, o que tem como consequência a diminuição de seu número.
Paralelamente à reforma política, há uma pauta permanente do Estado brasileiro, referente à transparência, à publicização, à participação popular e ao republicanismo.
Por mais avanços que a sociedade e o Estado estejam vivendo desde a redemocratização e, sobretudo, desde a Constituição de 1988, ainda há uma incrível opacidade que encobre esquemas poderosos de tráfico de influência.
As informações, que deveriam ser públicas, como contratos estabelecidos entre o Estado e os agentes privados, são de difícil acesso;7 a linguagem da administração pública continua hermética aos cidadãos comuns, a começar pelo orçamento; os mecanismos do chamado “governo eletrônico” não são voltados ao controle do Estado – o que implica controle sobre o poder dos agentes privados, associados à burocracia e a segmentos dos políticos eleitos –, e sim à prestação de serviços; o processo licitatório é flagrantemente burlado pela própria natureza oligopólica da economia brasileira, principalmente nas obras “públicas” que envolvem bilhões de reais; não há no país uma “cultura política”8 de prestação de contas, por mais que avanços sejam observados desde a redemocratização e mesmo pela intensa mobilização da sociedade politicamente organizada no Brasil.
Os mitos disseminados acerca da corrupção encobrem seu entendimento como fenômeno intrinsecamente político, com consequências sociais, políticas, econômicas e culturais. Mais ainda, as imagens e versões morais e moralistas escamoteiam os efeitos da desigualdade social histórica e profunda do Brasil, assim como a utilização do Estado pelas e para as elites.
A ainda vigente opacidade do Estado – cujos exemplos estão no orçamento, nos contratos que deveriam ser publicizados, nas informações teoricamente públicas, em sistemas decisórios pouco claros, e na ainda pouco institucionalizada participação popular – decorre, portanto, do caráter essencialmente político e histórico desse fenômeno.
O fato de mesmo o cidadão comum, pobre, não antever claramente a linha divisória entre o público e o privado é muito mais a expressão da forma como o Estado foi estruturado, e de sua apropriação por elites distintas ao longo do tempo, do que propriamente um fenômeno moral. Trata-se de um fenômeno político, de poder, por excelência!



Francisco Fonseca – Cientista político e historiador, professor de ciência política da Fundação Getulio Vargas de São Paulo e autor do livro O consenso forjado – A grande imprensa e a formação da agenda ultraliberal no Brasil. São Paulo, Hucitec, 2005 – 02.09.2011
IN “Le Monde Diplomatique Brasil” – http://diplomatique.uol.com.br/artigo.php?id=998

quinta-feira, 22 de dezembro de 2011

Nordeste mantém ritmo de crescimento e descola do país



Economia da região continua crescendo como no início do ano, ao contrário do Sudeste

Folha de São Paulo
A economia da região Nordeste continua crescendo num passo acelerado, descolada do resto do país e sem sentir os efeitos das medidas adotadas pelo governo para esfriar a atividade econômica e combater a inflação.
Enquanto os Estados nordestinos foram impulsionados por investimentos do governo federal e de empresas privadas, o enfraquecimento da indústria e o aumento das taxas de juros fizeram o Sul e o Sudeste trocar de marcha.
De acordo com projeções do Banco Central, a economia brasileira cresceu 1,1% no primeiro trimestre do ano e 0,7% no segundo trimestre, sempre em relação ao período imediatamente anterior.
O Sudeste cresceu 1,4% no primeiro trimestre e 0,6% no segundo, segundo o BC. No Nordeste, a economia manteve no segundo trimestre o mesmo ritmo do começo do ano, crescendo 1,6%.
O Nordeste é a região em que a presidente Dilma Rousseff alcançou sua melhor votação na eleição do ano passado. Lá, seu governo obtém índices de aprovação maiores do que os de outras regiões, segundo o Datafolha.
O aumento dos juros e outras medidas do governo atingiram com mais força o Sul e o Sudeste porque a oferta de crédito é maior nessas regiões e sua economia depende mais da indústria, abalada pela competição com produtos importados e pela turbulência global.
Enquanto isso, o Nordeste virou destino de vultosos investimentos como os do porto de Suape, na região metropolitana de Recife, onde estão previstos aportes de R$ 24 bilhões até 2014, a maior parte de empresas privadas.
Isso ajuda a explicar por que a taxa de desemprego na capital alcançou 6,3% no mês passado, bem abaixo da sua média histórica, superior a 10%, nota a economista Tânia Bacelar, da Universidade Federal de Pernambuco.
"Pernambuco está recebendo um volume de investimentos equivalente a toda riqueza que produz em um ano", diz ela. "Isso gera um impacto muito forte na economia local, que é relativamente pequena perto de Estados como São Paulo."

Renda extra
As obras da ferrovia Transnordestina empregam 11,5 mil pessoas em Pernambuco, no Ceará e no Piauí. No Maranhão, a mineradora Vale investe na ampliação do porto de Ponta da Madeira e da Estrada de Ferro Carajás.
A renda extra assegurada pelos programas sociais do governo federal também faz diferença na economia local. Metade das 13 milhões de famílias atendidas pelo Bolsa Família vive no Nordeste.
Em abril, o governo reajustou os benefícios do programa em 19,4%, ao mesmo tempo em que iniciou um esforço para conter os gastos federais em outras áreas, sobretudo os investimentos.
O economista Carlos Azzoni, da Universidade de São Paulo, explica que os investimentos e os programas sociais ajudam o Nordeste a amortecer o impacto da desaceleração da economia. "Além disso, este ano não teve seca, fenômeno que teria impacto negativo", diz.
Mas o Nordeste não está completamente imune ao esfriamento da economia nas regiões mais desenvolvidas do país. A economia local deve perder o ritmo até o fim do ano, ainda que em menor intensidade, afirma Azzoni.
"A região sempre acompanha o que acontece no Brasil", diz Bacelar, da UFPE. "Se o país entrar numa desaceleração maior, não será diferente com o Nordeste."


Folha de São Paulo – 28.08.2011
IN “Folha de S. Paulo” – (Portal “Cidade Verde”) http://www.cidadeverde.com/nordeste-mantem-ritmo-de-crescimento-e-descola-do-pais-83162

domingo, 18 de dezembro de 2011

Estrangeiros para nós mesmos


Na Europa, muitos locais se tornaram depósitos de refugiados. Centenas de pessoas permanecem até 18 meses detidas, aguardando seu desterro sob coação física, psicológica e moral. São cenas surpreendentes para um continente que apregoa valores como o direito, a liberdade e a dignidade humana

Tassadit Imache
Há anos buscam definir como “um problema” a presença de imigrantes na França. Agora, livrando-se de vez de qualquer reticência, a mídia nos apresenta uma “evidência”: nós suportamos essa imigração, mas chegou o momento de escolhermos com quem queremos conviver. “E os estrangeiros que não tiverem documentos estão destinados a retornar a seu país.”
Na verdade, trata-se de uma obra de caridade arrancar essa gente das mãos de seus exploradores europeus. Tudo muito bem administrado, feito da maneira mais limpa possível. À francesa. Sob esse argumento, nossa cultura moral e política acaba comportando cenários antes inimagináveis. Alguns locais se tornaram depósitos de pessoas, onde indivíduos e famílias inteiras estão trancafiados. Julgados culpados por não preencherem os numerosos critérios de nossa hospitalidade, esses refugiados se vêem arrancados de sua e de nossa vida. Detidos, ficam até 18 meses aguardando sua expulsão sob coação física, psicológica e moral.
Cidadãos nos contam o que viram e viveram nas ruas, no metrô e em aviões: cenas chocantes de interpelações e de deportações, sempre repletas de brutalidade. Rostos – ilegais? – imperceptíveis são desfigurados pela angústia ou pela vergonha.
Há, da mesma forma, o estresse dos profissionais de segurança. As emoções de ambas as partes, os gritos, as cuspidas, os choros, os insultos, o medo e a piedade são convertidos em fatores de desaceleração, em riscos de maus resultados. É fácil imaginar o estado de tensão dos profissionais encarregados pela escolta desses degredados, a pressão exercida sobre eles para que atinjam as metas, crescentes. Se falharem, o “clandestino” desce do avião com o desejo de colocar de novo seus pés em nosso chão. E aí é preciso recomeçar tudo...
Mas agora nossas escoltas estão mais bem equipadas e todos os aspectos práticos são levados em conta. As luvas espessas prevêem mordidas que podem causar infecções futuras. Os bebês vão para os braços de alguma funcionária da polícia, mais eficazes que os de uma mãe algemada se jogando ao chão para não partir. Lições foram aprendidas. Aprendeu-se a conter o crescimento vão da esperança, proporcional ao risco de os policiais ultrapassarem os limites morais. Acumularam-se dados preciosos sobre o comportamento dos deportados – a nigeriana é violenta e o chinês, um feixe de nervos.
Sabemos agora que é necessário acompanhar a evolução psicológica de cada um até a hora da decolagem, mantendo um diálogo superficial e apaziguando as resistências com um tom firme e calmo: “fique tranqüilo e você voltará legalmente; resista e nunca mais entrará na França”.
O embarque no avião também é planejado e feito com antecedência, separado dos passageiros comuns – sim, há vôos conjuntos. Os deportados são colocados em um corredor de assentos vazios, no fundo da aeronave. Um dos profissionais se encarrega da negociação com o comandante, eventualmente ofendido por não ser a autoridade máxima a bordo. Outro fala com os passageiros mais espantados e chocados, potenciais causadores de confusão. De acordo com o perfil do viajante que questiona as escoltas, as respostas variam gradativamente, desde a informação – “estamos aplicando a lei” – até a intimidação e a ameaça. Se o número de viajantes inoportunos aumentar, os oficiais passarão à franca demonstração de força, detendo os perturbadores e perseguindo-os juridicamente por atrapalhar o vôo da aeronave ou por incitação ao motim.
Há cinco anos, o pessoal de segurança participa de formações específicas, recheadas de observações de campo. Graças às câmeras de vigilância, pode-se rever indefinidamente uma deportação. Destacam-se os erros cometidos e o instrutor mostra os lugares precisos do corpo, os gestos técnicos recomendados para imobilizar braços e pernas com tiras de velcro. Veja só, em dois minutos, obtém-se uma múmia transportável.
Não é mais permitido “dobrar” rapidamente os recalcitrantes, tapar-lhes a boca com as mãos e sentar-se sobre suas costas até a decolagem, para evitar que sejam vistos ou chamem a atenção dos outros passageiros. Antes da proibição, dois homens morreram assim: o coração deles parou ainda no território francês.
Mas um problema persiste: o dos “resíduos sonoros”. Como impedir que o deportado amotine a tripulação e os passageiros com seus gritos? Uma solução foi encontrada nas artes marciais: basta exercer pressão em pontos determinados do pescoço para cortar a respiração. Se o cérebro não é mais irrigado, o deportado não tem mais voz.
A violência da deportação é intrínseca. Do fax da prefeitura ao assento do avião, da prisão administrativa à refeição, a lógica desumana da expulsão se desenrola até a indignidade final, endossada pelos policiais. Ela estava inscrita já de saída: a pessoa não vale nada. Por fim, os responsáveis pela escolta levam seres humanos inertes, em posição horizontal, carregados como coisas.
Cultura estadista da mentira, da arapuca, do contorno deliberado das leis e dos dispositivos de ajuda existentes em nossas democracias...
E agora a Cimade – Serviço ecumênico de ajuda mútua1, que atua ao lado daqueles que são expulsos, está ameaçada. Seus membros acompanham a chegada aos centros de detenção franceses de pessoas cuja vida foi revirada em algumas horas. Muitas carregam apenas alguma roupa que lhe deixaram pegar, papéis e às vezes um bebê.
A presença da Cimade nesses lugares é o que resta hoje da presença francesa de fato, do nosso olhar. Por meio de seus relatórios públicos, é um organismo humanitário que aponta, para a administração, a polícia, os responsáveis políticos e os cidadãos, algumas faltas inaceitáveis. Querem calar também essa voz. Então elaboraram uma nova lista de critérios e exigências: abre-se o humanitário à concorrência para desagregar a experiência acumulada. Esmigalha-se o território em “lotes” para impedir uma visibilidade de conjunto. Exige-se neutralidade e confidencialidade. O humanitário nunca será neutro. Efetivamente, com o humano vêm o direito e a dignidade da pessoa. Da mesma forma que o segredo e o arbitrário combinam com os lugares fechados, com os abusos e a violência de nossas prisões.
O que podemos dizer em uma hora dessas? Esperam que estejamos tranqüilos? Ainda somos aqueles que querem continuar falando nossa língua: “direito”, “liberdade”, “dignidade” da pessoa. Aqueles que pensam que para eles valem nossos textos e nossas crenças na perenidade da universalidade dos valores. Porque o modo como hoje se tratam, entre nós, esses estrangeiros, os mais vulneráveis, diz alguma coisa de grave sobre a França e sobre a Europa em relação ao resto do mundo. Sobre o que éramos e sobre o que nos arriscamos a ser amanhã. Estrangeiros para nós mesmos?

1 Serviço ecumênico de ajuda mútua, desde 1948 a Cimade acompanha e defende os migrantes e todos aqueles que pedem asilo, na França e no estrangeiro. Ela era a única habilitada a intervir a favor dos estrangeiros condenados à expulsão no interior dos centros franceses de detenção administrativa. Por meio de um decreto de 23 de agosto de 2008 e do lançamento de uma “concorrência pública”, o Ministério da Imigração pretende acabar com essa missão.

Tassadit Imache –  escritora – 04.11.2008  
IN “Le Monde Diplomatique Brasil" – http://diplomatique.uol.com.br/artigo.php?id=476  

sexta-feira, 16 de dezembro de 2011

Brasil avança menos que os países ricos no ensino superior


Proporção de adultos com nível universitário subiu três pontos percentuais entre gerações, segundo a OCDE

Na Coreia do Sul, diferença foi de 50 pontos; no nível médio, brasileiros avançaram mais do que a média


Antônio Gois
A distância que separa o Brasil dos mais ricos, que já era grande, aumentou ainda mais quando se compara a proporção de adultos com nível superior entre gerações.
A informação consta de um relatório da OCDE (Organização para Cooperação e Desenvolvimento Econômico) que será divulgado hoje.
O estudo, com indicadores educacionais de 42 países, alerta que, caso a proporção de brasileiros com nível superior não aumente em relação ao que é verificado hoje na população de 25 a 34 anos, o país ficará cada vez mais longe da média da OCDE, que congrega principalmente nações desenvolvidas.
Comparando apenas a população de 25 a 34 anos, o Brasil tem apenas 12% com nível superior, o menor percentual da lista. Entre 55 e 64 anos tem proporção um pouco menor: 9%. Isto indica que, entre gerações, o avanço é de apenas três pontos percentuais.
Na Coreia do Sul, país que mais avançou, esta diferença é de 50 pontos. Na média da OCDE, o avanço foi de 15.
Quando a mesma comparação é feita levando em conta a proporção de pessoas com nível médio completo, a análise fica mais favorável, com o Brasil tendo avançado mais do que a média.
O estudo permite também comparar quanto cada nação investe por aluno. No caso brasileiro, apesar de termos mais que dobrado o investimento per capita na educação básica na década passada, o valor segue bem abaixo da média das demais nações, o que revela o tamanho do atraso acumulado do país.
Nas escolas públicas de nível fundamental e médio, um estudante brasileiro custa US$ 2.098 (R$ 3.586) ao ano. Na média da OCDE, este valor, também apenas considerando a rede pública, é de US$ 8.111 (R$ 13.865).
O único nível em que gastamos mais por aluno do que a média dos países desenvolvidos é o superior, onde o custo é de US$ 11.610. A média da OCDE é US$ 10.543.
Isto faz do sistema brasileiro o de maior desigualdade quando se compara o investimento do poder público por aluno na educação básica com o que é gasto com um universitário.
Como o indicador é por aluno, o gasto maior per capita no ensino superior público não se traduz em uma quantidade expressiva de jovens atendidos nas instituições públicas. Pelo contrário, no Brasil, quatro em cada cinco matrículas de nível superior estão no setor privado. 13.09.2010



Antônio Gois – 13.09.2011
Confira o gráfico comparativo no link: http://acervo.folha.com.br/fsp/2011/09/13/15

terça-feira, 13 de dezembro de 2011

Freixo a as milícias: uma tragédia carioca


As milícias surgem e se consolidam em um contexto marcado por práticas autoritárias baseadas no recurso à força como meio preferencial à solução dos diversos problemas sociais. O sucesso desses grupos paramilitares deve-se à tradição autoritária que condiciona a compreensão e atuação de considerável parcela da sociedade que se acostumou com o arbítrio e que acredita na repressão como o instrumento de controle social por excelência.

Rubens Casara
Na tragédia de Sófocles, Édipo se afastou do reino de Corinto para evitar a desgraça prevista pelo Oráculo de Delfos. Todavia, o herói grego não escapou de derramar o sangue do pai e de deitar no leito de sua mãe. Na peça que inaugura a Trilogia Tebana, foi a busca pela verdade sobre sua origem que levou Édipo, esperança do povo de Tebas, à ruína. Elementos dessa tragédia, em pleno século XXI, parecem se repetir no Rio de Janeiro: há uma morte anunciada, não por oráculos, mas por seguidas ameaças que chegam ao conhecimento dos órgãos de segurança (e que ganham credibilidade a partir da postura do Governo do Estado); um desejo de verdade que levou um deputado a ser protagonista de uma das mais polêmicas Comissões Parlamentares de Inquérito da história da Assembléia Legislativa fluminense, a “CPI das milícias” (que investigou o funcionamento de organizações criminosas que contam com a participação e o apoio, ainda que velado, de membros do executivo, do legislativo e do judiciário); e, por fim, o medo de que essa nefasta previsão se confirme.
Marx deixou escrito que a história se repetiria, a primeira vez como tragédia e a segunda como farsa. Porém, em uma sociedade marcada pelo autoritarismo, que naturaliza a violência e a ilegalidade, inclusive promovida por agentes estatais, não há motivo para se esperar ações irreverentes ou burlescas. No Brasil, país de capitalismo tardio no qual as promessas da modernidade (liberdade, igualdade e fraternidade) nunca passaram de ficções do discurso jurídico-burguês, inacessíveis à maioria da população, há uma tendência a que certos fatos vivenciados no passado, por mais perversos ou irracionais que se apresentem, voltem a ocorrer no presente e se repitam no futuro: violência gera cada vez mais violência no campo e na cidade, ilegalidades são combatidas com o recurso a outras medidas ilegais, mortes anunciadas, como as da religiosa Dorothy Stang e da juíza Patrícia Accioly, não são impedidas, por mais que pareçam evitáveis. A tragédia se repete. Mudam-se os nomes das vítimas, atualizam-se as datas, mas o horror permanece.  
O professor de história e militante dos direitos humanos Marcelo Freixo conhece de perto a inação do Estado, a opção pelo encarceramento em massa da população pobre e os equívocos políticos que ampliaram os conflitos na cidade do Rio de Janeiro. Ainda jovem, ministrou aulas à população carcerária e adquiriu visibilidade ao denunciar atos arbitrários praticados por agentes públicos. Freixo sofreu também diretamente as conseqüências da violência urbana por ocasião do assassinato de seu irmão, também militante de um partido de esquerda. Na organização Justiça Global atuou junto às vítimas do Estado Policial que ganhou força no Rio de Janeiro com a derrocada do projeto de Leonel Brizola e Nilo Batista que, entre erros e acertos (e muitos ataques da imprensa burguesa), tentava construir políticas públicas de segurança pautadas pela necessidade de se respeitar os direitos fundamentais das camadas mais pobres da população. Eleito e reeleito deputado estadual, nunca deixou de denunciar a opção governamental de reduzir a política de segurança à gestão da pobreza através da repressão policial e a manipulação do medo da população com o objetivo de angariar votos.
Pode-se afirmar que foi a preocupação com as variadas formas de opressão que levou Marcelo Freixo à questão das “milícias”. Esses grupos paramilitares aparecem na trajetória do deputado fluminense como a Esfinge na de Édipo: decifrá-las ou ser devorado por um sistema que naturalizava o arbítrio e a violência contra parcela considerável da população. Se, ao decifrar o enigma, Édipo teve Tebas aos seus pés, a “CPI das Milícias”, o instrumento legislativo manejado contra os grupos paramilitares, significava para o jovem deputado não só uma vitória política contra a naturalização da opressão como também a visibilidade necessária à sua própria manutenção na arena política fluminense (Freixo, após a “CPI das Milícias”, foi reeleito com expressiva votação, o que permitiu que seu partido – o PSOL – ganhasse mais uma cadeira no parlamento).  
Registre-se que, em um primeiro momento, as “Milícias” foram apresentadas à opinião pública como uma solução à questão da violência nos bairros e comunidades cariocas. Esses grupos, cujos primeiros sinais de atuação apareceram há mais de uma década, formados por pessoas que se propunham a utilizar a força para garantir a ordem, contavam com a simpatia das autoridades. As estatísticas, tão ao gosto do paradigma economicista neoliberal, pareciam indicar que os índices de criminalidade baixavam nas localidades dominadas pelas milícias: o Executivo ficava feliz. Diversos “milicianos” eram arrolados como testemunhas de acusação e seus depoimentos eram, não raro, as únicas provas a levar diversos réus à condenação: o Ministério Público e o Judiciário ficavam felizes. Não por acaso, e não faz muito tempo, o atual prefeito do Rio de Janeiro declarou que a “polícia mineira” (outro nome dado ao grupo paramilitar) era uma resposta criativa e legítima para os problemas com a segurança da população, enquanto o seu antecessor via nesses grupos uma espécie de “autodefesa comunitária”.
As milícias surgem e se consolidam em um contexto marcado por práticas autoritárias baseadas no recurso à força como meio preferencial à solução dos diversos problemas sociais. O sucesso desses grupos paramilitares deve-se à tradição autoritária que condiciona a compreensão e atuação de considerável parcela da sociedade que se acostumou com o arbítrio e que acredita na repressão como o instrumento de controle social por excelência. A força dos grupos paramilitares é um dos preços que a sociedade brasileira ainda paga pelo esquecimento e perdão conferido aos agentes estatais que torturaram, estupraram, mataram e fizeram desaparecer os corpos de tantos opositores durante o regime de exceção. A aceitação da violência empregada pelos agentes estatais e colaboradores durante a ditadura civil-militar é um dos dados constitutivos da história brasileira que levaram à naturalização da violência utilizada pelos milicianos. Diante desse quadro, não pode ser encarado com surpresa o fato dos grupos paramilitares contarem com apoio popular e terem construído seus próprios braços políticos nos legislativos municipal, estadual e federal.     
Os grupos de “milicianos” surgiram e se mantiveram funcionais ao sistema de segurança pública do Estado do Rio de Janeiro. Ao atuar no controle da população (e na eliminação do indivíduo disfuncional), através de práticas que revelam uma espécie de sincretismo entre as estratégias de atuação da máfia italiana, dos “esquadrões da morte” e dos traficantes de drogas ilícitas das comunidades pobres do Rio de Janeiro (os “donos do morro” que, em substituição ao Estado, representam a figura da autoridade na localidade), os grupos paramilitares contribuem à manutenção das estruturas da sociedade capitalista, eliminado ameaças à ordem, defendendo-a da multidão de indivíduos que não interessam à sociedade de consumo. De fato, dentre as principais características das “milícias” pode-se citar o controle coativo de certo território e da população que nele habita e a busca de legitimação a partir de um discurso que promete a proteção dos habitantes, a defesa da sociedade e a instauração da ordem. Ao contrário de outros criminosos, os milicianos apresentam-se, de forma maniqueísta, como combatentes do bem contra o mal que assola a comunidade.   
Todavia, em que pese já existirem denúncias cada vez mais freqüentes contra atos arbitrários desses grupos, a “CPI das Milícias” foi o principal instrumento de desvelamento da estrutura e do funcionamento dessas organizações criminosas. Vale lembrar que o deputado Marcelo Freixo propôs a instalação da “CPI das Milícias”, logo após assumir o primeiro mandato, em fevereiro de 2007, mas esse pedido ficou engavetado por cerca de um ano e meio até que, após a comoção pública gerada pelo seqüestro, cárcere privado e tortura de jornalistas do diário O Dia na comunidade do Batan, foi autorizada a sua instalação. Desde o início dos trabalhos, percebeu-se que o maior desafio seria revelar o que se escondia sob o discurso dos milicianos e autoridades estatais.
A partir das investigações, percebeu-se que a propalada redução na criminalidade nas comunidades “pacificadas” pelos paramilitares era ilusória, fruto da manipulação estatística, uma vez que os crimes cometidos por esses grupos não chegavam a ser registrados. Nas áreas controladas pelas milícias, a diferença entre os crimes ocorridos e aqueles que eram investigados era bem superior às das demais localidades. Foram os trabalhos dessa Comissão Parlamentar de Inquérito que revelaram o ânimo de lucro individual como principal motivação dos milicianos, a coação (e o assassinato) de testemunhas de crimes como estratégia de preservação dos criminosos, a participação de agentes estatais como integrantes do grupo e a exploração econômica de atividades legais e ilegais no território em que atuam como principal fonte econômica dessas organizações (apurou-se que o transporte alternativo é a principal fonte de renda dos grupos paramilitares). O relatório da CPI também traz dados sobre a votação de parlamentares em áreas de milícias nas eleições de 2006, bem como demonstra que, em determinadas localidades do Rio de Janeiro, apenas políticos que integravam ou eram simpatizantes dos grupos paramilitares podiam fazer campanha.
O Relatório Final da “CPI das Milícias” traz cinqüenta e oito sugestões concretas de ações contra as milícias, tais como a retomada do controle pelo poder público do transporte alternativo (na cidade do Rio de Janeiro, o chamado “transporte alternativo” continua entregue às cooperativas, que, muitas vezes, são fachadas para que grupos paramilitares continuem a exercer a exploração econômica da atividade de transporte, por meio da coação e da extorsão de trabalhadores), a licitação da atividade de transporte alternativo por indivíduo (em sentido contrário, a opção do Executivo Municipal foi realizar o processo de licitação entre cooperativa, o que, em muitos casos, serviu à formalização da exploração da atividade por milicianos), o desarmamento dos bombeiros e o aprimoramento dos mecanismos de fiscalização do fornecimento do gás doméstico (na época da CPI, apurou-se a existência de apenas cinco fiscais da Agência Nacional de Petróleo para fiscalizar todo o Rio de Janeiro).   
A visibilidade e o reconhecimento pelo trabalho à frente da “CPI das Milícias” produziram um efeito colateral: Marcelo Freixo passou a ser apontado como um elemento perturbador de um sistema que até então funcionava a contento tanto para os milicianos quanto para as autoridades. Ao revelar aquilo que os beneficiários dos grupos paramilitares queriam manter oculto, Freixo tornou-se o estranho a ser demonizado e contra o qual utilizar a força passou a ser a melhor solução, o inimigo a ser eliminado.
Se por um lado, as autoridades do Rio de Janeiro aplaudiram as conclusões da CPI (o prefeito Eduardo Paes, por exemplo, autoridade responsável pelas decisões relacionadas ao transporte alternativo, recebeu das mãos do deputado Marcelo Freixo o relatório final da CPI das Milícias no início de 2009), por outro, deixaram de adotar as medidas sugeridas pelo parlamentar para atingir as fontes de renda dos grupos paramilitares. A atividade criminosa, portanto, permaneceu atrativa. Sem dificuldade, os “milicianos” que eram presos, inclusive os apontados líderes desses grupos, foram substituídos por outros.
Diante do problema explicitado pelos trabalhos da “CPI das Milícias”, a única resposta apresentada pelo governo estadual foi a da repressão penal seletiva. Alguns “milicianos” foram escolhidos, presos, processados e condenados. O complexo problema das milícias acabou descontextualizado, reformulado e redefinido como um simples caso de polícia no qual o indivíduo “a”, após ser etiquetado de miliciano, recebe uma pena “b”, enquanto o grupo paramilitar continua a explorar ilicitamente atividades econômicas vantajosas e a controlar, através do uso ilegal da força, determinadas parcelas da população. No bairro de Campo Grande, por exemplo, a partir da atividade de repressão ao grupo paramilitar conhecido como “Liga da Justiça”, o Governo do Estado fez nascer uma nova organização criminosa, o chamado “Comando Chico Bala”, formado por policiais e até por criminosos já condenados que, em um primeiro momento, em nome do Estado, combatiam a “milícia” que primeiro se instalou no local: deu-se, sob os olhares do governo, o milagre da multiplicação das milícias; trabalhadores e moradores desse bairro carioca que eram coagidos e explorados por um grupo paramilitar passaram a ser coagidos e explorados por dois grupos de milicianos.          
O acerto em propor a CPI e desnudar as “Milícias” foi, paradoxalmente, o motivo da tensão suportada por Freixo e sua família desde o início das investigações. Por exercer o seu mandato de forma destacada, tornou-se alvo tanto dos milicianos, incomodados com as luzes que foram lançadas sobre os grupos paramilitares, quanto das autoridades estatais, preocupados com a projeção e o futuro político do ora parlamentar. Não raro, o deputado estadual passou a ser atacado por simpatizantes das milícias e do governo. Apesar das ameaças estarem documentadas, na medida em que se aproximam as eleições municipais, não falta quem insinue que Freixo se aproveita politicamente da situação.  
Como Édipo, que atormentado pela profecia de Delfos deixou Corinto, Freixo, após o crescimento vertiginoso, nas últimas semanas, das ameaças direcionadas a ele, optou por se afastar de sua terra: a partir de um convite da Anistia Internacional, entidade que tem manifestado preocupação com o avanço das “milícias” nas cidades fluminenses, saiu do Brasil em busca de apoio internacional para a implementação das propostas da “CPI das Milícias” e de tranqüilidade tanto para a sua família quanto para a reflexão necessária à escolha dos próximos passos, em especial no que toca às estratégias para sua segurança. Em tempos sombrios e instáveis, nos quais quase tudo está em constante mudança e prepondera o individualismo possessivo, há na atuação de Freixo um convite à redescoberta da política. O que acontecerá com ele? Não se sabe. Futuras candidaturas? Isso não é importante, por ora. O certo é que Marcelo regressará ao Brasil para dar continuidade aos compromissos do mandato. As manifestações populares no Rio de Janeiro em defesa da vida do parlamentar indicam que ele está no caminho certo.   

 
Rubens Casara - Juiz de direito do Tribunal de Justiça do Rio de Janeiro e membro da Associação Juízes para a Democracia (AJD) e do Corpo Freudiano – 17.11.2011