Zaffaroni: “cada vez que la criminología ha legitimado un poder represivo y
genocida, lo ha hecho a través de un reduccionismo biológico. En la medida que
atribuimos la conducta a una mera razón biológica, eximimos de cualquier
responsabilidad a la sociedad”.
Sabrina Améndola
El juez de la Corte Suprema (da Argentina) Eugenio
Zaffaroni presentó el Segundo Congreso Internacional sobre Conflictos y
Violencia en las Escuelas. El congreso de este fin de semana en el Teatro San
Martín busca profundizar en las prácticas, experiencias y proyectos que
permitan bajar los niveles de agresividad y maltrato en la comunidad educativa.
“La idea es transmitir a niños y jóvenes lo que son capaces de hacer y
construir sin violencia”, expresó Andrea Kaplan, directora general del
congreso.
Kaplan explica que la pérdida de roles sociales, la ausencia del adulto
como referente de responsabilidad y respeto imprime un desequilibrio social en
la adaptación de los niños y adolescentes en la comunidad y en sus espacios de
sociabilización. Además, esto acrecienta los niveles de agresividad y conflicto
entre docentes, padres y alumnos. “Debemos pensar cuáles son las formas y los
elementos que hacen a la violencia social actual y cómo se presenta esta
violencia en las escuelas, porque es allí donde se producen los sentidos que
grandes y chicos comparten. Los chicos pasan mucho de su día en la escuela y es
en las aulas donde manifiestan sus angustias, sus miedos, sus posibilidades e
imposibilidades y donde reproducen la violencia que los atraviesa.”
Fernando Osorio, psicólogo, presidente del congreso y especialista en la
temática desde hace más de diez años, comentó que “aparece asociada a la
escuela la construcción del estereotipo criminal y es allí donde empiezan a
desarrollarse teorías acerca de cómo se construyen determinadas conductas en
los niños y jóvenes. Muchos padres relacionan el mal comportamiento de sus
hijos a algo genético y eso es no hacerse responsables de la conducta de sus
chicos”.
El juez Zaffaroni brindó una charla magistral sobre la criminología
mediática y la manipulación del miedo. Según expresó, “cada vez que la
criminología ha legitimado un poder represivo y genocida, lo ha hecho a través
de un reduccionismo biológico. En la medida que atribuimos la conducta a una
mera razón biológica, eximimos de cualquier responsabilidad a la sociedad”. El
estereotipo se define como aquella idea o imagen aceptada por la mayoría como
patrón o modelo de cualidades de conducta. Así, “si bien el estereotipo es
externo (uno observa a un sujeto como portador del mismo), también está
introyectado. Así, las demandas del rol se van internalizando y en alguna
medida cada uno de nosotros somos como los otros nos ven”.
“Esa introyección y esa selectividad no las produce un día el sistema
penal, sino que se viene preparando y no cabe ninguna duda de que es en la
escuela: el mal alumno, el de-sordenado, el que llevan a la dirección, el acoso
escolar consentido, la discriminación que entra por debajo de esto y los
prejuicios que se expresan a través de una escuela que es excluyente preparan
el estereotipo”, explicó Zaffaroni. A eso se suma la criminología mediática:
“Según nos muestran los medios, el estereotipo del delincuente siempre es un
joven o adolescente, varón, pobre, sucio y que vive en barrios marginales”.
Por otra parte, el juez habló de una base de violencia y de
discriminación que alimenta el estereotipo y prepara la exclusión, que se
genera en la escuela: “Imaginemos que un niño rompe a patadas un vidrio en la
escuela. La dirección puede llamar al padre del niño para que pague el vidrio,
puede mandar al chico al psicólogo para ver qué le pasa, y también puede
sentarse a conversar con él para ver si algo le hace mal o lo irrita. Estas son
tres formas de modelos no punitivos: reparador, terapéutico y conservador, que
pueden aplicarse a la vez porque no se excluyen”.
“En cambio, si el director de la escuela decide que la rotura del vidrio
afecta su autoridad y aplica el modelo punitivo expulsando al niño, ninguno de
los tres modelos anteriores puede aplicarse. Es claro que el director, al
expulsar al niño, refuerza su autoridad vertical sobre la comunidad escolar. Es
decir, que el modo punitivo no resuelve conflictos, sino que manifiesta una
decisión vertical de poder.”
Sabrina Améndola – 17.06.2012