Si Islandia se caracteriza por sus orgullosas
tradiciones democráticas, Chipre padece constantemente el recuerdo de su
situación en el cruce del camino de las grandes potencias.
Guillermo Almeyra
Dos pequeñas islas
–Islandia y Chipre– dieron una respuesta absolutamente diferente a la crisis
financiera que las atropelló, respectivamente, en 2008 y en 2012. Hay sin duda
importantes factores externos que explican esos comportamientos opuestos. En
Chipre, por ejemplo, asistimos a una dura competencia entre la Unión Europea,
por una parte, y la mafia y los grandes capitalistas rusos, aliados a la
Iglesia ortodoxa chipriota, por la otra, que son grandes inversionistas en la
isla. Además, enfrenta la hipoteca sobre la independencia chipriota planteada
por la ocupación turca de un tercio de la isla y la amenaza turca de evitar por
todos los medios que la República de Chipre explote sus reservas de gas.
Por consiguiente, en
Chipre no está solamente en juego la defensa, a cualquier costo, del capital
financiero, sino también el viejo conflicto imperialista con Rusia por el
Mediterráneo oriental y en tierras del Medio Oriente, mientras que, en el caso
de Islandia, al resto de los países europeos no les preocupaba mucho que un
puñado de grandes especuladores financieros ingleses y holandeses perdiese
muchas plumas (por supuesto, de cuervo) con el cierre de los bancos islandeses.
Pero lo que más me
interesa destacar es la diferencia de comportamiento social entre los
islandeses y los chipriotas, pues los primeros desconocieron la deuda externa,
se negaron a pagarla mediante dos referendos sucesivos, derribaron al gobierno
de los banqueros, reformaron la Constitución, que fue redactada nuevamente
mediante la intervención popular que, utilizando la red electrónica, redactó, discutió
y afinó directamente el nuevo texto, mientras los segundos, tras comprobar que
los grandes perdedores de la crisis no serían los pequeños ahorristas, sino los
especuladores y tratantes de drogas y de blancas rusos, aceptaron un sistema
que acaba de demostrar que los puede despojar en cualquier momento y volvieron
a poner sus cuellos bajo el yugo de un sistema financiero corrupto apenas
maquillado.
¿Por qué unos reaccionan
y otros, en cambio, soportan las vejaciones? Creo que buena parte de la explicación
la encontramos en la historia comparada de ambas islas, porque los muertos
se apoderan de los vivos, así como en la composición social de sus respectivas
poblaciones.
Los primeros pobladores
escandinavos de Islandia tomaban sus decisiones en una asamblea de los clanes
ya en el siglo IX y crearon en el 930 el primer gobierno –en todo el mundo–
basado en una asamblea democrática, llamada Althing.
Su insurrección contra
los reyes noruegos se produjo cuando, varios siglos después, uno de éstos
decidió suprimir esa asamblea. Islandia, en escala mundial, fue también el
primer país en elegir a una mujer como presidenta de la República y, después de
la movilización contra los bancos, en tener una primera ministra declaradamente
lesbiana en un país luterano. Entre sus 319 mil habitantes (en 2011) la mayoría
eran mujeres, las cuales viven casi 84 años por 81 en el caso de los hombres.
Aunque la mayoría de los habitantes habite en ciudades, Islandia es un país de
pescadores y, en medida mucho menor, de campesinos pequeños propietarios.
Chipre, en cambio, a lo
largo de su historia tres veces milenaria, fue colonia de los faraones
egipcios, de los asirios, de los persas, de los bizantinos, de los genoveses,
de los otomanos, de los ingleses y se independizó (a medias) de éstos mediante
una insurrección nacionalista armada sólo después de la Segunda Guerra Mundial,
que fue seguida por una invasión turca a la isla que colonizó la parte norte
con soldados y campesinos traídos de Anatolia y dividió en dos la isla.
En la República de
Chipre subsisten las bases inglesas y el país está acostumbrado a vivir una
soberanía limitada y a depender del juego internacional de las potencias. Sus
habitantes (un millón 116 mil 564, en 2011) tienen expectativa de vida de 78
años y viven, unos pocos, como campesinos en tierras que carecen de agua y, la
mayoría, del turismo y de las consecuencias que derivan del carácter de paraíso
fiscal (depósitos que superan 47 veces el producto interno bruto, lavado de
dinero, tráficos ilegales y criminales de y hacia Rusia y Medio Oriente).
Su economía depende
prácticamente del Sol y de los delitos del capital financiero. Podría salir de
esa situación si explotase el gas que rodea la isla, pero eso significaría la
ocupación turca y, al menos, una guerra turco-griega, que por el momento nadie
quiere, pero cuya amenaza está siempre presente.
Si Islandia se
caracteriza por sus orgullosas tradiciones democráticas, Chipre padece
constantemente el recuerdo de su situación en el cruce del camino de las
grandes potencias. La historia y la geografía ni explican ni determinan todo,
pero tienen una densidad que no puede ser ignorada. Además, tanto para los
turcos como para los bizantinos, que fueron la base de la población chipriota
actual, pero no para los luteranos de Islandia, el curso de la historia depende
de la voluntad divina, no de las decisiones políticas de los seres humanos.
Sea como fuere, los
bancos islandeses fueron nacionalizados. Buena parte de la deuda externa no se
pagó, la nueva Constitución garantiza que la nación es propietaria de los
bienes comunes y establece la obligación de convocar referendos populares antes
de adoptar una decisión importante e Islandia salió de la crisis y su economía
creció 3 por ciento en 2012.
En Chipre, en cambio, la
papa caliente quedó en manos de los grandes capitalistas, sobre todo rusos (que
perderán cerca de 3 mil millones de euros) pero está rodando todavía y podría
volver a caer del lado de los ahorristas nacionales. Otro dato: el presidente
que en Islandia organizó el primer referéndum era un hombre de izquierda, ex
sindicalista. El presidente que negoció la deuda chipriota es un gran banquero.
Como se sabe, perro no come perro. Existe pues también el llamado factor
subjetivo…
Guillermo Almeyra – Historiador, investigador y periodista. Doctor
en Ciencias Políticas (Univ. París VIII) – 31.03.2013
Morrer sem ousar
os islandeses compreenderam que a melhor resposta
política contra a crise não era entregar o governo para tecnocratas, como vimos
na Itália e na Grécia, mas reforçar mecanismos de democracia direta,
transparência e controle popular.
Vladimir Safatle
No próximo dia 27, a
Islândia elegerá seu próximo governo. Símbolo do sucesso de políticas
heterodoxas no combate à crise financeira atual, a ilha escandinava ostentou um
crescimento de quase 2% em 2012, com um desemprego de apenas 5,8%. Ela já vinha
de um crescimento de 2,6% em 2011.
Sem desmontar seu
sistema de assistência social mesmo nos momentos mais dramáticos da crise, a
Islândia foi laboratório de políticas inimagináveis em outros países europeus.
Por exemplo, famílias
cujo valor global de suas dívidas bancárias ultrapassavam o valor de 110% de
seus imóveis tiveram tais dívidas perdoadas. Algo muito diferente de países
como a Espanha, generosa em cenas de famílias sendo despejadas de suas casas
para pagar empréstimos bancários.
Em um plebiscito
histórico, a população recusou-se a transformar a dívida privada dos bancos em
dívida soberana do Estado. Como os bancos islandeses foram generosos em
empréstimos para ingleses e holandeses, uma decisão dessa natureza equivalia a
uma declaração de guerra contra os governos dos dois países. Mesmo assim, há
três meses, a corte da EFTA (The European Free Trade Association) deu ganho de
causa aos islandeses afirmando que o Estado não tinha obrigação alguma de pagar
a conta de seus bancos. O peso de tal dívida teria quebrado completamente a
capacidade do Estado de reaquecer a economia.
Como se não bastasse, os
islandeses compreenderam que a melhor resposta política contra a crise não era
entregar o governo para tecnocratas, como vimos na Itália e na Grécia, mas
reforçar mecanismos de democracia direta, transparência e controle popular.
Assim, um processo de forte participação deu ensejo a uma nova Constituição,
que garantia a posse estatal dos recursos do país e ampliava o controle da
população sobre os governos.
No entanto, todas as
pesquisas de opinião demonstram que a coalizão esquerdista no governo
provavelmente perderá as eleições. Há de se perguntar a razão para tal aparente
paradoxo. Paradoxo ainda maior se levarmos em conta que boa parte do
descontentamento com o atual governo está em sua "excessiva
contenção". Foi por isso, por exemplo, que a mais influente central
sindical da Islândia (ASÍ) retirou seu apoio.
Mas o paradoxo se
dissolve se lembrarmos que os islandeses perceberam que poderiam ir mais longe.
Por exemplo, a decisão de colocar a negociação com os bancos em plebiscito foi
uma decisão do presidente contra o Parlamento, comandado pelo governo. A partir
deste momento, a batalha simbólica pela ousadia foi ganha pelo presidente. O
Parlamento apareceu como "excessivamente contido". O mesmo Parlamento
que agora irá embora.
Vladimir Safatle – Filósofo e Professor da FFLCH/USP –
23.04.2013
IN
Folha de São Paulo – http://www1.folha.uol.com.br/colunas/vladimirsafatle/1267097-morrer-sem-ousar.shtml
O referendum islandês e os silêncios da mídia
Os cidadãos da Islândia
referendaram, ontem, com cerca de 70% dos votos, o texto básico de sua nova
Constituição, redigido por 25 delegados, quase todos homens comuns, escolhidos
pelo voto direto da população, incluindo a estatização de seus recursos
naturais.
Mauro Santayana
Os cidadãos da Islândia
referendaram, ontem, com cerca de 70% dos votos, o texto básico de sua nova
Constituição, redigido por 25 delegados, quase todos homens comuns, escolhidos
pelo voto direto da população, incluindo a estatização de seus recursos
naturais. A Islândia é um desses enigmas da História. Situada em uma área
aquecida pela Corrente do Golfo, que serpenteia no Atlântico Norte, a ilha, de
103.000 qm2, só é ocupada em seu litoral. O interior, de montes elevados, com
200 vulcões em atividade, é inteiramente hostil – mas se trata de uma das mais
antigas democracias do mundo, com seu parlamento (Althingi) funcionando há mais
de mil anos. Mesmo sob a soberania da Noruega e da Dinamarca, até o fim do
século 19, os islandeses sempre mantiveram confortável autonomia em seus
assuntos internos.
Em 2003, sob a pressão
neoliberal, a Islândia privatizou o seu sistema bancário, até então estatal.
Como lhes conviesse, os grandes bancos norte-americanos e ingleses, que já
operavam no mercado derivativo, na espiral das subprimes, transformaram
Reykjavik em um grande centro financeiro internacional e uma das maiores
vítimas do neoliberalismo. Com apenas 320.000 habitantes, a ilha se tornou um
cômodo paraíso fiscal para os grandes bancos.
Instituições como o
Lehman Brothers usavam o crédito internacional do país a fim de atrair
investimentos europeus, sobretudo britânicos. Esse dinheiro era aplicado na
ciranda financeira, comandada pelos bancos norte-americanos. A quebra do Lehman
Brothers expôs a Islândia que assumiu, assim, dívida superior a dez vezes o seu
produto interno bruto. O governo foi obrigado a reestatizar os seus três
bancos, cujos executivos foram processados e alguns condenados à prisão.
A fim de fazer frente ao
imenso débito, o governo decidiu que cada um dos islandeses – de todas as
idades - pagaria 130 euros mensais durante 15 anos. O povo exigiu um referendum
e, com 93% dos votos, decidiu não pagar dívida que era responsabilidade do
sistema financeiro internacional, a partir de Wall Street e da City de Londres.
A dívida externa do
país, construída pela irresponsabilidade dos bancos associados às maiores
instituições financeiras mundiais, levou a nação à insolvência e os islandeses
ao desespero. A crise se tornou política, com a decisão de seu povo de mudar
tudo. Uma assembléia popular, reunida espontaneamente, decidiu eleger corpo
constituinte de 25 cidadãos, que não tivessem qualquer atividade partidária, a
fim de redigir a Carta Constitucional do país. Para candidatar-se ao corpo
legislativo bastava a indicação de 30 pessoas. Houve 500 candidatos. Os
escolhidos ouviram a população adulta, que se manifestou via internet, com sugestões
para o texto. O governo encampou a iniciativa e oficializou a comissão, ao
submeter o documento ao referendum realizado ontem.
Ao ser aprovado ontem,
por mais de dois terços da população, o texto constitucional deverá ser
ratificado pelo Parlamento.
Embora a Islândia seja
uma nação pequena, distante da Europa e da América, e com a economia dependente
dos mercados externos (exporta peixes, principalmente o bacalhau), seu exemplo
pode servir aos outros povos, sufocados pela irracionalidade da ditadura financeira.Durante
estes poucos anos, nos quais os islandeses resistiram contra o acosso dos
grandes bancos internacionais, os meios de comunicação internacional fizeram
conveniente silêncio sobre o que vem ocorrendo em Reykjavik. É eloqüente sinal
de que os islandeses podem estar abrindo caminho a uma pacífica revolução
mundial dos povos.
Mauro Santayana – Colunista político do Jornal do Brasil,
diário de que foi correspondente na Europa (1968 a 1973). Foi
redator-secretário da Ultima Hora (1959), e trabalhou nos principais jornais
brasileiros, entre eles, a Folha de S. Paulo (1976-82), de que foi colunista
político e correspondente na Península Ibérica e na África do Norte –
21.10.2012